Los estantes son un elemento de gran importancia cuando se piensa en la decoración de una estancia, ya que tienen varias ventajas.
Ofrecen la posibilidad de colocar objetos variados -desde libros hasta marcos para fotos y otras piezas ornamentales- sin necesidad de un mueble.
Ocupan muy poco espacio.
En general son económicas.
Son muy fáciles de instalar.
Antes de colocar el estante, hay que decidir es qué tipo de soporte se ha de utilizar.
Las escuadras se dividen entre las que solo cuentan con dos segmentos en ángulo recto y las que, además de esos segmentos, incluyen un soporte recto en diagonal o curvo para reforzar el sistema.
Los herrajes ocultos son muy valiosos a nivel de diseño, ya que generan la apariencia de estar pegados a la pared.
Pero presentan el inconveniente de que, debido a las propias características de su sistema de sujeción, no soportan mucho peso.
Por tal motivo, solo se recomiendan cuando han de servir como base para adornos o piezas ligeras.
Los libros, por lo general, son bastante pesados, por lo que estas baldas pueden sostener solo unos pocos ejemplares.
Una vez elegido el soporte, hay que determinar el número que se necesitarán.
La distancia más apropiada entre ellos es de unos 80 centímetros, aunque esto puede variar en función del peso que el estante ha de sostener.
Su tamaño varía según las medidas de la balda: lo que se debe tener en cuenta es que la parte que queda horizontal, unida al estante, debe ocupar más o menos tres cuartas partes de la profundidad de la balda.
Es decir, si esta profundidad es de 20 centímetros, el segmento horizontal del soporte debe tener unos 15 centímetros, mientras que el segmento vertical tendrá esa misma extensión.