El rojo es un color estimulante que hace latir el corazón y acelera el pulso.
Es un color que favorece las reacciones físicas rápidas, activando incluso el instinto de lucha o huída en momentos de peligro.
El azul es un color muy relajante, ayuda a despejar nuestra mente, nos mantiene despiertos y nos ayuda a concentrarnos.
El amarillo es un color que transmite energía e irradia positividad.
Es capaz de aumentar nuestros niveles de confianza y conseguir que nuestro estado de ánimo sea el adecuado para llevar a cabo una gran cantidad de tareas en menos tiempo.
El verde es el color de la harmonía y, a diferencia del rojo, no hace que forcemos la vista.
Logra un equilibrio agradable con los otros colores primarios y además nos proporciona sensación de calma y tranquilidad.
Así pues, primero debemos elegir el color que va a influir sobre nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestras emociones, y después valorar cuál es el brillo que más favorecerá nuestra productividad.
Una decisión que puede variar mucho de una persona a otra.
Por eso, aquella intensidad de color que para nosotros nos resulta más beneficiosa no tiene por qué influir de la misma manera en nuestros compañeros de trabajo, amigos o familiares.
Es importante tener en cuenta el tipo de actividad que realizamos.