El blanco en sí es la suma o síntesis de todos los colores: es luz pura, como el sol que se refracta en los mil colores del arco iris.
Como cualidades positivas, simboliza pureza, pulcritud, orden e inocencia, y genera una sensación general de calma, paz y sosiego.
En el Feng Shui el blanco tiene un poder sanador, desinfectante y bactericida, aumenta la actividad orgánica, provocando una carga adicional de energía y brillo.
Como cualidades negativas, utilizado en exceso simboliza la nada, el vacío, signo de desolación y baja energía.
A muchas personas, en su forma más pura (el blanco nieve) les resulta también un color frío (“blanco hospital”), motivo por el cual suele matarse con un poco de ocre para conseguir un tono más suave.
Y es que dentro del color blanco, a pesar de ser un tono neutro, también existen matices: Cuando se mezcla con ocres se consigue el llamado blanco roto o blanco hueso, tirando hacia la gama de los cálidos.
Cuando se mezcla con azules, se obtienen blancos grisáceos, tirando hacia la gama de los fríos.
Si te planteas decorar en blanco todo un ambiente, deberás tener cuidado de no iluminarlo en exceso, ya que su efecto se multiplica.
Además, es menos adecuado en climas fríos (salvo que se combine con madera u otros tonos cálidos), en lugares donde la gente no se conoce, en salas de estudiantes, salas de espera y dormitorios infantiles.
El blanco nieve es perfecto para los estilos minimalista, escandinavo y shabby chic, en los que es signo de identidad.
En el primero se usa a discreción, sólo matado con algún color vivo en algún mueble concreto.
En el segundo, sirve de base en paredes y mobiliario para mezclarlo con maderas claras y tonos grises.
Y en el tercero se usa principalmente en el mobiliario y en suelos de madera pintada, muchas veces con un punto desgastado.